The Silent Observer: Works by Armando Castro-Uribe

His characters, both real and psychological, are mirrors that reflect our own contradictions. 

The Silent Observer

 

From a bird’s-eye view, from the corner of a street, from the shadow of a farmer: Armando Castro-Uribe observes. He looks at the world with the sensitivity of someone who knows that everything —even the smallest gesture— holds a universe. His work, patiently and quietly woven, is the testimony of a silent observer who feeds on humanity to transform it into art.

In this exhibition —rare and precious— Castro-Uribe opens a door to his gaze: drawings on cardboard, oils filled with messages, farmers carrying hoes turned into rifles, men and women trapped between the earth, the sky, and the ghosts of violence. Each work is a question, never a closed answer. In his figures, social critique seeps through, along with the tenderness of encounter and the harshness of context —always with subtlety, always with depth.

There is in his work a fierce empathy, an impulse to step into the shoes of the other: the recycler who gathers dreams in his cart as if they were clouds, the farmer breathing glyphosate through his mask as he plows the land, the young people living with a cellphone as an appendage, oblivious to their surroundings. His characters, both real and psychological, are mirrors that reflect our own contradictions.

In times of noise and haste, this exhibition invites us to pause. To observe, like him, with eyes wide open, yet unseen. To discover in every line a story that is not fully told —because the final word, as always, belongs to the one who stops to look.

 

***

 

El observador silencioso

 

Desde la mirada de un pájaro, desde la esquina de una calle, desde la sombra de un campesino: Armando Castro-Uribe observa. Mira el mundo con la sensibilidad de quien sabe que todo —hasta el gesto más pequeño— guarda un universo. Su obra, tejida con paciencia y sin alardes, es el testimonio de un observador silencioso que se alimenta de humanidad para transformarla en arte.

En esta exposición —rara y valiosa—, Castro-Uribe nos abre una puerta a su mirada: dibujos sobre cartón, óleos cargados de mensajes, campesinos que cargan azadas convertidas en fusiles, hombres y mujeres atrapados entre la tierra, el cielo y los fantasmas de la violencia. Cada obra es una pregunta, nunca una respuesta cerrada. En sus figuras se cuela la crítica social, la ternura del encuentro, la dureza del contexto, siempre con sutileza, siempre con profundidad.

Hay en su trabajo una empatía feroz, un impulso por ponerse en los zapatos del otro: el reciclador que junta ilusiones en su carro como si fueran nubes, el campesino que respira glifosato con su máscara mientras ara la tierra, los jóvenes que viven con un celular como apéndice, sin mirar alrededor. Sus personajes, reales y psicológicos a la vez, son espejos que nos devuelven nuestras propias contradicciones.

En tiempos de ruido y prisa, esta exposición invita a la pausa. A observar, como él, con los ojos bien abiertos, pero sin ser vistos. A descubrir en cada trazo una historia que no está del todo contada, porque la última palabra, como siempre, la tiene quien se detiene a mirar.